sábado, 5 de junio de 2010

Las puertas abiertas

El Galeón y su tripulación llegan a Singapur tras 8 días de navegación. En esta ocasión, no se trata de un atraque sin más ya que supone, no sólo disfrutar de una cultura notablemente diferente a las anteriores, sino también el hecho de abrir la puerta principal que da acceso al Mercado Asiático. Cada amarra que lanzamos desde los escobenes de proa y popa, durante la maniobra de atraque, es interpretado como un gesto notable por intentar dejar la huella de Andalucía; una pisada clara e intensa para que no haya dudas del interés que supone para la mayoría de las empresas de nuestra comunidad, abrirse a nuevos mercados. Por lo tanto, cada movimiento que muestra el barco a aquellos que están en el muelle a las espera de recibir los cabos, debe ser seguro. Primero un spring, luego un largo, y si es necesario, doblamos el spring nuevamente para hacer que nuestro atraque consiga estar bien anclado a tierra firme.

Atrás quedó Sudán (Port Sudan), el Sultanato de Omán (Salalah) o las maravillosas playas de Sri Lanka; una millas atrás, aún debe verse y sentirse la estela que dejamos por el Mar Rojo, Golfo de Adén o el Índico, aunque eso de mirar hacia la popa no está dentro del objetivo del barco. El marinero que en contadas ocasiones echa su vista atrás, lo hace simplemente para reforzar el recuerdo de lo positivo y negativo, de cada experiencia en puerto o navegando: el saludo y las horas que la Fragata española Victoria (F82) estuvo con nosotros, las tardes de trabajos en la cubierta con un sol acuciante, la charla distraída con un compañero mientras tomas té en una calle cualquiera o aquellos momentos en los que te levantan cuando menos te lo esperas porque “algo pasa”. Pero eso fue antes…

Ahora, el Galeón Andalucía quiere proa; ansía llegar a Shanghái (China) y dejarse ver para mostrar, como se dice en nuestra tierra, un “cachito” de Andalucía. La cuestión referente sobre qué aspectos son más destacables en nuestra comunidad como para ser expuestos frente a los demás países que participan en la muestra, podría ser objeto de estudio para futuras investigaciones. No sólo ese qué, sino quién decide el qué, y cómo deciden exponerlo; lo que supone entrar de lleno en el campo de la Museología. Una rama interesante de la que esperamos opiniones o intervenciones en el blog.

De forma totalmente consciente, en las primeras entradas de este blog, decidimos obviar un fenómeno que –seguramente- tendrá lugar, si es que no lo lleva implícito directamente por el hecho de ser lo que es, un galeón, y participar en un evento tan destacable como la Exposición Universal de Shanghái; nos estamos refiriendo a la relación que puede darse entre el campo de lo económico y lo cultural. Asumir este binomio implicaría relegar el concepto de “cultura” a lo tangible, reduciéndolo, como si colocáramos un marco a un lienzo. En ningún caso se trataría de Cultura como una idea amplia y en continuo cambio; la misma la con la que respira la antropología. La economía de la cultura –muchas veces confundida con los conceptos: espectáculo cultural, fiesta, ritual, flamenco, arte, etc.- no es ciertamente cultura económica, sino aquella que difícilmente escapa del estereotipo, de lo simple o lo visual. Una cuestión interesante a tener en cuenta que implica mayor conocimiento del que nosotros disponemos por lo que, en las ocasiones en las que aparezcan justos sendos conceptos, no podremos dar más que simples pinceladas. Si alguien quiere, lápiz y papel, para algo más que toques de color, en el blog, dejo los que hagan falta…

Colocamos los pies en la tierra, nos echamos un poco de agua en la cara y miramos la carta náutica que hay en la mesa del puente; nos encontramos a más de 8000 millas de nuestro punto de partida, Sevilla, y por lo tanto, cada vez queda menos para el final de travesía aunque, en nuestro caso, como investigador, para llegar al final aún nos quedan alguna que otra milla más, ya que nos encontramos de lleno en el proceso de construcción de un conocimiento que poco a poco se atisba en la lejanía. El proyecto que desarrollamos a bordo, “Galeón Andalucía 2010. Comportamiento intersubjetivo en travesía”, al igual que aquellos que se encuentran bajo el amparo de las Ciencias Sociales, se nutre en gran medida del trabajo de campo. Esta herramienta es la que nos ha impulsado a enrolarnos en este viaje y, a su vez, es gracias a la cual estamos pudiendo observar y obtener gran cantidad de datos. Eso sí, una vez que el barco llegue a su destino, nos queda la travesía científico-personal de masticar lo comido. Es la fase más compleja y donde los cinco sentidos deben estar coordinados, debemos analizar las anotaciones del cuaderno de campo, clasificarlas y darle un orden. Cada tarea se encuentra relacionada con la siguiente como si se tratara de fichas de dominó puestas una detrás de otras: cuando empiezas a mover la información, del cuaderno a la base de datos, y de ahí al texto final, la tarea toma impulso y difícilmente pierde velocidad. El científico debe asumir la posibilidad de tomar varias direcciones durante esta fase, puesto que los datos aislados en un primer momento, abren nuevos caminos cuando entran en interacción, y aunque no fuera lo que se esperaba, necesitan ser explorado. Finalmente, todo esto no tendría mucho sentido si no se plasma en un documento que haga las veces de reflexión final, como si marcaras una ruta alternativa en la carta. Es éste y no otro, el discutido problema que sigue pesando en nuestra disciplina antropológica, la representación de los resultados: nosotros trataremos de salvarlo utilizando el formato texto. Final de julio y agosto serán los meses dedicados a esta última fase que, esperemos, pueda satisfacer los objetivos que nos propusimos al principio y, si es posible, os resulten interesantes.

Que mis compañeros no se asunten y que los amigos no piensen mal pero el barco está siendo el mejor de los entrenamientos posibles con el que fomentar las habilidades investigadoras del que aquí les habla, como si se tratara de un periodo de prácticas que casualmente, en el nuevo sistema educativo universitario conocido como Plan Bolonia, aparece reseñado y lo vemos como importantísimo en las enseñanzas de todo individuo que pretenda desarrollarse profesionalmente; por ejemplo, hacer etnografía. No confundan mis palabras, que quiero decir lo que he dicho. Me opongo a la idea de hacer trabajo de campo por el simple hecho de tener que ser uno de ellos; como si hacer etnografía fuera un rito de paso entre el ser estudiante y el ser antropólogo. No creo necesario tener que hacer trabajo de campo necesariamente para que a uno le consideren como antropólogo, como parece que pretenden los que practican (en el sentido que Geertz utiliza este término en “La Interpretación de las Culturas”) la antropología de sillón. Pancarta en mano, junto mi hombro al de Barley, y critico a aquellos que tratan de deslegitimizar a los individuos que tienen ideas e ilusión por investigar, y más que ayudar u orientar, han tratado y siguen intentando mirar hacia otro lado. Este proyecto está surcando mares y océanos desde hace muchos meses, concretamente desde que zarpó el Galeón Andalucía el 21 de marzo desde Sevilla, a base de remo y a gracias al aliento de otros infatigables navegantes que quisieron vivir esta aventura de cerca, pero no debemos olvidar lo difícil que fue luchar contra la corriente, en los primeros tramos del río, a su paso por Sevilla. ¿Quién dijo que las cosas, si implican un gran esfuerzo, se disfrutan y valoran más?

Afortunadamente, optamos por echar nuestra barquilla al agua y descubrir lo amplio que es el horizonte; que el color del sol, al atardecer, puede tomar diferentes colores; que hay otras personas que quiere conocer mundo; y que, siempre, con un compás a tu lado puedes tomar diferentes rumbos para llegar a las coordinadas que pensaba más lejanas.

Un abrazo.